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martes, 22 de noviembre de 2005

Desalambrando

Violencia entre lesbianas


El segundo closet

Por Daiana Rosenfeld


El caso de la mujer que el mes pasado mató a su pareja en el bingo de San Fernando cuando se enteró que ella estaba saliendo con un hombre, deja entrever que la violencia entre parejas de mujeres también existe, pero es un tema que no está legitimado y que conlleva una doble presión: la visibilidad del ser lesbiana y la aceptación de una violencia que parece silenciada.

"El maltrato es un ejercicio de abuso de poder y de control de la autonomía de la otra, sometiéndola a las necesidades propias. La violencia se da del mismo modo que las parejas heterosexuales, pero en esta sociedad no se la reconoce", explica Laura Eiven, una de las fundadoras de Desalambrando, abriendo el camino para salir del segundo closet, el primer programa argentino dedicado de la prevención, asistencia e investigación de violencia doméstica entre lesbianas, de la organización Desalambrando (www.desalambrando.com).



En una sociedad en la que predominan las relaciones heterosexuales, la violencia doméstica entre mujeres parece una situación difícil de ver y aceptar. Pero como toda pareja, los problemas existen y los vínculos entre mujeres no son la excepción.

"Me resultaba imposible reunir las dos imágenes incongruentes de mi pareja. Me aferraba a la imagen de 'la buena' como si 'la mala' fuera una ilusión, como si la maltratadora fuera un producto de mi imaginación. Después de cada explosión aparecía una mujer arrepentida, que pedía disculpas y juraba no volver a hacerlo jamás. Ella tenía dos facetas completamente diferentes, era una persona única. Y esa persona única era la que estaba maltratándome", cuenta uno de los testimonios anónimos del libro estadounidense Naming the Violence, acerca del maltrato entre mujeres.

La violencia entre parejas de mujeres puede ser tanto física como psicológica y va variando según los ciclos. La psicóloga Irene Pugliese señala que al principio hay una acumulación de tensiones en el vínculo relacionadas con los celos y la desconfianza que puede culminar luego en agresiones verbales y físicas. Por último, después de la tormenta, viene el período de la relajación, en el que se intenta reconciliar la situación.

"Mi primera pareja fue cuando tuve 18. Salí dos años con una chica, éramos muy compañeras y nos divertíamos juntas hasta que un día comenzó a controlarme, sus celos eran infrenables. Nunca llegó a golpearme, pero sí me amenazaba constantemente con que me haría daño sino me comportaba con ella quisiera", cuenta Mercedes, una de las mujeres que sufrió un tipo de maltrato psicológico muy común.

Si bien no hay un perfil de "maltratadora", generalmente son mujeres que crean dependencia y que descalifican y manipulan a su pareja. "Presionan tanto a la otra persona hasta que las hacen perder su autonomía y estima. Las víctimas terminan viviendo con miedo", aclara Eiven. Sin embargo, agrega que dentro de los tantos mitos que se generan como el de que una siempre es más masculina que la otra, esto no es así, "la persona violenta generalmente es una mujer muy sociable en su grupo de pertenencia".

"Una no se da cuenta, pero a veces no puede controlar su ira. Pesa mucho el qué dirán en una sociedad tan discriminatoria como ésta. Nunca he llegado a pegarle a mi pareja, pero hay veces que las situaciones se van de las manos y es muy difícil mantener el equilibrio", explica Cecilia, una mujer de 39 años que tiene una pareja estable hace cinco.


La lesbofobia

La discriminación hacia las lesbianas no es una novedad en la sociedad actual y también hace diferencia en lo que es el maltrato. La coordinadora de Desalambrando explica que hay mujeres violentas que amenazan "no sólo que van a matar a su pareja o que nunca se van a poder deshacerse de ellas sino también con que van a llamar al trabajo de su novia para decir que es lesbiana. Esto no es un detalle menor porque hacer pública su situación puede causar repulsión y marginarla aún más".

El caso de Mercedes se relaciona con este tipo de control: "Mi ex me amenazaba con develar mi orientación sexual a mi familia sabiendo que aún no me había visibilizado. Si lo hacía en ese momento, me arruinaba la vida".

Otro de los mitos es que si hay maltrato entre mujeres siempre es mutua, dado que en general es el varón el que ejerce violencia. "Hay violencia cuando hay ejercicio de poder de una sobre la otra. Es complejo imaginar el maltrato mutuo. Los mitos clausuran y estereotipan y permiten sentir a la sociedad que tiene todo bajo control" explica Eiven.

"No conocía la violencia. Dado que pedir perdón no funcionaba, comencé a tirarle cosas yo también cuando ella me las tiraba a mí y a sujetarle las manos cuando venía a golpearme, ya que yo era más fuerte que ella. Pero esto tampoco funcionó porque se ponía cada vez más furiosa. Que yo le respondiera parecía enfurecerla todavía más", cuenta Cory Dziggel, uno de los testimonios de libro estadounidense.

Marcela Loyarte, psicóloga e integrante del centro comunitario para mujeres lesbianas y bisexuales La Fulana (www.lafulana.org.ar), agrega que ya de por sí la visibilidad cuesta porque se sale de los patrones que se esperan de una mujer como para además, asumir que se está sumergida en una situación de violencia. "Que una sea lesbiana, puede llegar a ser esperable, pero que encima sea violentada para este tipo de sociedad es demasiado".


Si ni el lesbianismo termina de legitimarse en la sociedad argentina, menos se reconoce la violencia entre mujeres. Así, las lesbianas sufren una doble presión: por un lado saltar el cerco de la lesbofobia social, y por otro, asumir que pueden estar involucradas en una relación violenta.

En Desalambrando creen que son situaciones de las que no cualquiera puede hacerse cargo porque la valoración ni la estima de nadie pueden estar sostenidas en la invisibilidad de su situación: "Nosotras no validamos la perfección, tenemos problemáticas como cualquier pareja. Pero el problema no es ser lesbiana, sino el ejercicio de violencia".


Las mediciones

La investigación de la violencia doméstica entre mujeres no convoca grandes financiamientos. Sin embargo, en 2002 nació Desalambrando abriendo el camino para salir del segundo closet a partir de las demandas de lesbianas que están padeciendo situaciones de maltrato.

La organización brinda servicios de consejerías individuales, grupos de ayuda, talleres de prevención, charlas informativas y proyectos de investigación. "Trabajamos con chicas maltratadas y que han maltratado también, pero que son conscientes y quieren cambiar su situación", explica una de las coordinadoras.

Como parámetro nada científico pero parámetro al fin, en la Marcha del Orgullo Gay 2003, ante 80 personas, se encontró que el 71 por ciento había vivido una situación de maltrato. Pero además, "hay un sector de parejas lesbianas que no están visibilizadas, que no van a las marchas, ni concurren a organizaciones. Es muy difícil medir porque no existe el aparato contra la violencia en mujeres heterosexuales", concluye la psicóloga de La Fulana.

"A veces imagino qué diferente hubiera sido mi vida si hubiese habido una comunidad que dijera que el maltrato entre lesbianas es violencia en serio, no una pelea inocente entre personas cercanas. A veces imagino qué diferente hubieran sido para mí las cosas si me hubiese sentido menos sola y menos avergonzada. Las sobrevivientes del maltrato entre lesbianas debemos hablar ahora, por nosotras mismas y por nuestras hermanas", expresa Cory Dziggel.



Fuente: Artemisa Noticias, 22.11.2005

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